Construyendo un futuro a través de la asistencia humanitaria
La población venezolana se vio obligada a abandonar sus familias y territorios dada la crítica situación que atraviesa el país en materia política, respeto a derechos humanos, altos niveles de desempleo, dificultad en el acceso a elementos de salud y alimentación. Los migrantes con la esperanza de encontrar la estrategia para salvar a su pueblo del hambre, la escasez y el dolor, han decidido desplazarse hacia otros lugares del mundo.
Es así como lo sueña Yesenia Álvarez, una mujer oriunda de San Felipe, Estado Yaracuy, Venezuela quien inmersa en la desesperación por la falta de dinero, empleo y alimentos para solventar las necesidades de su familia, decidió migrar hacia Colombia. Su realidad cada día la abrumaba más, afirma que comían una sola vez en el día porque el dinero con el que contaba no alcanzaba para las tres mesadas. Esta mujer, con ojos de ilusión y voz dulce, tomó la carretera, el bosque, el llano y el sol junto a su hijo de 16 años en el 2017, encaminando una travesía que hasta el día de hoy no ha tenido retorno, con el fin de llegar a Arauca para tejer su proyecto de vida y ayudar a su familia que quedó desamparada en medio de la crisis social, económica y política en Venezuela.
Su tránsito a pie duró una semana. Al llegar a Arauca, sin dinero y sin una persona que les ayudara, durmieron en cartones debajo de puentes y empezó a reciclar para conseguir la alimentación de ambos y reunir recursos suficientes para que sus tres hijos, que permanecían en Venezuela, migraran a Colombia. El reciclaje le permitió llegar al sector de Puerto Alegre, donde vive actualmente, un territorio sin agua apta para el consumo humano, las casas acumulan humedad y una laguna se crece constantemente por las lluvias, provocando plagas y enfermedades. Allí tiene un espacio donde vivir y una comunidad que la abraza en medio de la dificultad.
La comunidad de Puerto Alegre fue beneficiaria del Proyecto PCPR II gracias a Yesenia, una líder comunitaria quien identificó la implementación en otras zonas y decidió dialogar para que su comunidad también recibiera el apoyo por la alta vulnerabilidad en la que se encontraba. De esta manera, se focaliza el sector y el proyecto logra incidir a través de tres líneas de atención, aprendiendo e intercambiando conocimientos en torno al cuidado de la salud y la prevención del COVID-19.
Yesenia relata que los saberes más profundos de este proceso han sido lavarse adecuadamente las manos, proteger su vida con el uso de tapabocas, cuidarse del contagio por COVID-19 utilizando gel antibacterial y manteniendo distancia por la preservación de la vida y la plenitud. De ahí ella rescata el milagro de estar vivos y juntos.
Todo lo anterior fue posible gracias a las formaciones brindadas desde PCPR II. Así mismo, el beneficio de dinero en efectivo permitió solventar sus necesidades más urgentes. Con este último compró pollos de engorde y gallinas ponedoras para vender en el municipio y tener una fuente de ingresos en tanto el recurso se agote.
Junto a otras mujeres de la comunidad crearon un espacio de creatividad manual con pintura a partir de la reutilización de elementos de reciclaje, con el que sueñan recabar ingresos en el futuro, sintiéndose una mujer emprendedora que no se cansa de agradecer a PCPR II por escucharla cuando quería ayudar a su comunidad y ser la calma ante la tormenta; incluso, cuando pudo encontrar un abrazo reparador en quienes amablemente compartían sus conocimientos con ella.
Por lo tanto, PCPR II contribuyó a mejorar su calidad de vida y proporcionarle elementos claves para la consolidación de su proyecto de vida, así como facilitar el acceso a educación a su hijo y nieto de cuatro años. Ella sueña con volver a su país en cuanto mejore la situación, para tener la oportunidad de volver a abrazar a su madre, padre y hermanos, a quienes les debe la fuerza interior y la forma de luchar incansablemente.
