Un respiro para la comunidad Jiwi

26 Sep 2022

Un respiro para la comunidad Jiwi


La crisis económica, política y social en Venezuela estalló desde el año 2012 y desde este momento una gran cantidad de ciudadanos tuvieron que migrar a otras partes del mundo.  Algunos de ellos, como la comunidad indígena Jiwi de Apure resistieron hasta el año 2019, en el que iniciaron su tránsito migratorio. El destino seleccionado fue Colombia en la frontera con Venezuela, decidieron caminar durante varios días para asentarse en el Pozo de Las Babas en Arauca, allí se han identificado condiciones de alta vulnerabilidad, en donde los Jiwi carecen de acceso a servicios para suplir sus necesidades básicas como el agua, la salud, la vivienda, entre otros. No obstante, incentivan acciones para proteger su historia, costumbres y lengua. 



El pueblo Jiwi, en su territorio de origen (Apure), fue sometido a diversos hechos violentos por los grupos armados de la zona, quienes ocuparon los territorios sagrados de la comunidad, traficaban armas y contrabandeaban gasolina; realizaban prácticas en contravía de la dignidad humana, la cultura étnica y los derechos territoriales de su pueblo indígena y les impusieron reglas para participar en la agricultura. Dichas acciones los obligó con dolor y angustia a abandonar su territorio para atravesar la frontera, tras la ilusión de encontrar un mejor lugar para vivir.

Su desarraigo estuvo liderado por su Cacique Juan García, un hombre de mirada profunda y alma sencilla que ve en su comunidad lo vital, reconoce que el dolor y la dificultad es colectiva, siente lo que cada persona siente, no se visualiza en la individualidad, sino que atraviesa lo comunitario porque es su propósito. Sus ancestros le otorgaron el cargo de Capitán, luego Cacique, este rol fue la herencia de la sabiduría de sus abuelos y el intercambio de procesos interculturales con otros pueblos, dado que afirma que “sólo se puede ser líder si se comprende la diferencia y el servicio a su pueblo, su gente”.


Juan narra que para llegar a Arauca tuvieron que caminar por días, pasando por fuertes lluvias, frio y hambre; junto a su comunidad dormían sobre las pocas cosas que llevaban en el hombro en cualquier caserío o finca baldía que encontraban a su paso. Los adultos cargaron a los niños y niñas en sus hombros sin detenerse, a pesar de las ampollas en los pies y el dolor de los huesos.


Cansados y exhaustos de la larga travesía, buscaron medios para trasladarse, entre ellos una volqueta que los llevó a la ciudad de Arauca en donde se asentaron por tres semanas en el Malecón. Durante estos días fueron víctimas de xenofobia y abuso de poder por parte de la policía. Luego de no encontrar ayuda por el Estado, tomaron posesión del Pozo de Las Babas, un lugar contaminado por las aguas negras y la basura, allí armaron carpas y tendieron colchonetas para sobrevivir, actualmente viven 17 familias en el asentamiento, aproximadamente 60 personas entre adultos, jóvenes, niños y niñas. Su realidad atraviesa por diversas dificultades relacionadas al acceso a salud, saneamiento, alojamiento, educación y empleo, razones por las que el proyecto PCPR II constituye un apoyo solidario para la comunidad, pues encontraron a un equipo cercano que les brindo esperanza y aliento para continuar. La comunidad ha logrado generar mayor conciencia y construir aprendizajes sobre la prevención del COVID-19, el cuidado de la casa común por medio de las jornadas ambientales y la población ha recibido atención médica a través de actividades orientadas a la prevención de enfermedades, así como la entrega de kits de higiene y las ayudas en efectivo, que les han permitido solventar sus necesidades más urgentes. El acompañamiento por parte del proyecto dice Juan García, les ha permitido reconocer el lavado de manos, el uso del gel antibacterial y el tapabocas como acciones útiles para contener la propagación de este virus y prevenir otras enfermedades, y a comprender que el cuerpo es sagrado y que requiere atención y cuidado. Igualmente, estos procesos de relacionamiento e identificación de sus necesidades le han brindado al pueblo Jiwi una oportunidad para emprender hacia el futuro que soñaron desde el año 2019 cuando dejaron su territorio.

A través del sector CASH del Proyecto PCPR II, en común acuerdo con las familias del pueblo Jiwi, decidieron unir esfuerzos para comprar pollos y gallinas, con el fin de vender huevos y pollos en el municipio de Arauca y de esta manera solventar las necesidades de las 60 personas que viven en el asentamiento. Estas acciones siguieron la lógica comunitaria, gracias al liderazgo de Juan, quien propende por iniciativas que incluyan a todas las personas que componen su comunidad; como él la denomina: “su familia”, ya que es el lugar donde creció y forjó sus experiencias más importantes. Este emprendimiento les permite generar ingresos económicos en medio de la desigualdad y la pobreza, mientras tejen los lazos de una comunidad que levanta a sus miembros cotidianamente.

Sin duda, el proyecto PCPR II ha contribuido significativamente a mejorar la calidad de vida de la comunidad Jiwi del Pozo de las Babas, quienes sueñan con un territorio en el que sea posible vivir dignamente, promulgando sus costumbres, cultura y lengua; también, una etnoeducación para los niños y las niñas, con el anhelo de que sean ellos quienes abracen a sus ancestros y protejan su historia.

Share via
Copy link
Powered by Social Snap