Reconciliación, reconstrucción y desarrollo rural en Caquetá
03/02/2021 La ruralidad en el país ha tenido un desarrollo difícil y con obstáculos constantes que limitan el progreso de las comunidades y la construcción de un tejido social que fije su mirada hacia el campo, razón por la que desde el 2018 se viene implementando el proyecto “Seguridad Alimentaria y Desarrollo Rural en 5 municipios del Caquetá – SADER”, financiado por el Estado Noruego y ejecutado en colaboración por Cáritas Noruega, el Secretariado Nacional de Pastoral Social / Cáritas Colombiana, Pastoral Social de la Aquidiócesis de Florencia y la Fundación del Vicariato Apostólico de San Vicente – FUNVIPAS.
El proyecto se implementa en Florencia, La Montañita, San Vicente del Caguán, Puerto Rico y Cartagena de Chairá en Caquetá, y tiene por objetivos incrementar los ingresos de las familias campesinas en los cinco municipios, garantizar la seguridad alimentaria familiar con prácticas agroecológicas y diseños modelos de negocios sostenibles, además de formar y acompaña a las familias para la organización comunitaria y la incidencia productiva
Es por ello que, la jurisdicción eclesiástica de Florencia centra sus acciones en mantener la tradición campesina con dignidad humana, proyectando planes de vida y metas que resalten una producción que cubra necesidades tanto propias como del bien común de una tierra y territorio que se ha visto afectada por el conflicto armado pero que se encuentra en constante lucha de querer el progreso con solidaridad.
Con el proyecto SADER, la Diócesis enfoca sus esfuerzos en procesos de reconciliación del territorio, la reconstrucción del tejido social y la promoción de las condiciones de desarrollo rural, contribuyendo así a la seguridad alimentaria y el mejoramiento de los ingresos por parte de la población rural.
Para el especialista del proyecto, Miguel Aguirre, “la importancia de la Iglesia en liderar este tipo de proyectos y espacios radica en fortalecer el tejido social, el desarrollo rural y la sostenibilidad de la paz. En este sentido, ser discípulo misionero es algo más que cumplir tareas o que hacer cosas. Se sitúa en el orden del ser. (…) La labor de la iglesia no es solo la de llevar la buena nueva, sino también la construcción de espacios de derecho y de acceso a nuevas oportunidades de la población más pobre”.
A través de este proyecto se han implementado iniciativas que buscan mejorar las condiciones de la población por medio de mejoramiento de huertas familiares y comunitarias, mejoras en producción pecuarias y en la concientización de destinar una parte de la producción para el consumo propio.
“El cultivo de piscicultura es el que manejo con el proyecto SADER. Me ha ido bien con este cultivo, ya había conocimiento y he trabajado. El destino del producto va un 30 % para consumo como para la familia, pero también el 70 % para venderle a la comunidad, al vecino y a alguien que venga aquí. He conocido muchas experiencias en el proyecto, con mi esposa y con mis hijas trabajamos y eso es bonito porque se trabaja en unión familiar. También le doy gracias a Dios y a la Pastoral Social que nos ha apoyado en este precioso proyecto”, asegura William Rivera, beneficiario de uno de los proyectos que se implementa en la vereda las Hermosas del corregimiento de Ortguaza.
Como se evidencia, las familias beneficiarias sienten un avance representativo en las condiciones de calidad de vida y el apoyo de la Pastoral Social en temas de insumo, formación y de experiencias, expresadas en el fortalecimiento de la comunidad y más importante aún el fortalecimiento de los vínculos familiares para el desarrollo en la construcción del tejido social desde la labor de la iglesia.
Sin embargo, los principales retos se centran en la permanencia y continuidad de los procesos por parte de las comunidades que permita mantener durante el tiempo la capacidad de condiciones de buena alimentación, ya que existen factores externos que afectan a los más vulnerables, un caso concreto es la pandemia por el Covid 19, la cual limitó el acceso de la población rural a comprar de alimentos, venta productos y participación en espacios de incidencia que permiten la mejora en condiciones sociales.
“Se espera obtener que la población que participa del proyecto tenga un cambio cultural en sus condiciones alimentarias de forma permanente, enfocado en el consumo de sus propias producciones, lo que genera inicialmente seguridad alimentaria con una proyección a la soberanía alimentaria. Adicional, la participación en espacios de incidencia que aseguren sus producciones y un ingreso para sostener las condiciones de vida que para ellos son ideales”, puntualiza el especialista.