Dios, escritor de la vida y pintor del camino de Gyslene

29 Sep 2020

Dios, escritor de la vida y pintor del camino de Gyslene

29/09/2020 Gyslene Caruso, madre, abuela, hija, esposa, amiga y hermana venezolana de 57 años, ha visto de primera mano la obra de Dios en su vida y la luz por la que ha transitado desde que decidió confiarle sus planes y proyectos.

Llegó en enero de este año a Bogotá de la mano de su hija, y aunque solo planeaba hacer una visita, por la emergencia sanitaria del Covid-19 no pudo regresar a su país. Por esta razón decidió viajar a Cúcuta e instalarse durante el tiempo que fuese necesario.

Siente orgullo cuando cuenta que nació y creció en Caucagua en el municipio Acevedo del estado Miranda, muy cerca de Caracas en Venezuela. Destaca que al igual que ella, en su ciudad habitan personas cálidas, de excelente humor y buena actitud a pesar de los obstáculos; trabajadoras y capaces de levantarse de los momentos difíciles que han vivido últimamente. Exalta las riquezas de su país, como la industria petrolera, y no pone en duda que sus compatriotas solo tienen cosas buenas por aportarle al mundo.

“Somos un país muy diverso, nos conocen por nuestras arepas ya que son el pan de todos los días. Caracas es una capital muy diversa, en la zona tenemos una sazón con un toque dulce, distinta a la de otras partes de Venezuela. El ritmo de vida es muy rápido, somos madrugadores y en la mañana puede verse el metro lleno de estudiantes y el movimiento de madres que acompañan a sus hijos para llegar al colegio. Somos un país muy activo”, agrega Gyslene.

Siempre se ha considerado una mujer emprendedora. Antes de llegar a Colombia estaba comenzando una empresa para la producción implementos de higiene personal y limpieza. Se formó como técnico superior en Relaciones Públicas y ha dedicado su vida profesional a las ventas. Además de esto, pertenece al frente de productores químicos y cosméticos del estado de Miranda y es parte del equipo directivo.

Durante los últimos meses que estuvo en Venezuela trabajó en condominios llevando sus productos a domicilio, ya que, por el aumento en los precios de gasolina, se redujo el desplazamiento de las personas hacia otros lugares. Situó su proyecto en el barrio en el que su madre ha vivido por 60 años, un lugar que solo le ha dejado buenos recuerdos.

Se ha preparado para aprender de la palabra de Dios y la comparte con los demás por medio de un programa radial en una estación comunitaria. Además, imparte su experiencia hablando acerca de temas de valor para todos, tales como la familia, el matrimonio y los hijos. Cree que esta es una manera de retribuir por lo que ha recibido.

“Estoy en Colombia porque Dios lo quiso así, yo venía de visita con mi hija de 18 años; estuvimos en Bogotá y viajamos a Cúcuta con la idea de regresar a nuestro país, estábamos esperando un dinero para ello, pero antes de que llegara, inició la pandemia y cerraron las fronteras. Una familia joven nos acogió y nos ha recibido durante estos meses, compartimos el aseo y la cocina, nos han ayudado mucho en este tiempo”, señala Gyslene.

Este nuevo rumbo le ha exigido reinventarse. Actualmente está dedicada a hacer manualidades y a llenar de esperanza y fortaleza a todos los hermanos migrantes que necesitan consejos y apoyo.  Sabe mejor que cualquiera que nuestro paso por el mundo se trata de sembrar para recoger con el tiempo. “La vida para todos no es igual, hay momentos de inquietud y de miedo, pero la actitud que se toma hace la diferencia”.

Aunque le hace falta su esposo, pues él se encuentra en Venezuela, ha dejado en las manos de Dios su matrimonio y ambos han encontrado en él las herramientas para lidiar con la distancia.

Hoy se siente agradecida por la guía y el acompañamiento que ha recibido desde que su vida se tornó confusa al no saber qué hacer durante su periodo en Colombia. Manifiesta que ACNUR y Pastoral Social han transformado su incertidumbre en valor y sus miedos en ganas de seguir adelante. “Sé que Dios puso a la Pastoral Social en mi camino para reanimar mi espíritu” dice con esperanza.

Con su hija decidieron quedarse hasta diciembre, para evitar complicaciones de salud o exponerse a condiciones riesgosas. “Gracias a Dios estamos en un buen sitio con personas que nos acogieron y no nos falta lo necesario. Agradecemos a todos los que nos han apoyado”.

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