Por: Rafael Castillo Torres
Hoy, en el segundo día de la XXII Asamblea de Caritas Internationalis, el presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, Monseñor Juan Carlos Barreto, obispo de Soacha, y el padre Rafael Castillo Torres director del SNPS, Cáritas colombiana, en nombre de la Conferencia Episcopal de Colombia, hicieron entrega al señor Cardenal Michael Czerny, presidente del Dicasterio para el Servicio al Desarrollo Humano Integral, de una placa conmemorativa de su visita Colombia que contiene grabada, la Imagen del Cristo Negro de Bojayá con la oración pronunciada por el Papa Francisco en su encuentro con las víctimas en la ciudad de Villavicencio: ““Oh Cristo negro de Bojayá, que nos recuerdas tu pasión y muerte; junto con tus brazos y pies, te han arrancado a tus hijos, que buscaron refugio en ti. Oh Cristo negro de Bojayá, que nos miras con ternura, y en tu rostro hay serenidad; palpita también tu corazón para acogernos en tu amor. Oh Cristo negro de Bojayá, haz que nos comprometamos a restaurar tu cuerpo. Que seamos tus pies para salir al encuentro del hermano necesitado; tus brazos para abrazar al que ha perdido su dignidad; tus manos para bendecir y consolar al que llora en soledad. Haz que seamos testigos de tu amor y de tu infinita misericordia”.
Este gesto simbólico, que une los esfuerzos de la Iglesia y la Nación por la paz y la reconciliación expresa lo siguiente:
1. La urgencia que tenemos, hoy más que nunca, de ser una sociedad reconciliada y en paz. La Iglesia es consciente de lo devastadora que sigue siendo la violencia entre nosotros. Por ello la paz es, y seguirá siendo, el bien más deseado y escaso para nuestro pueblo. Entregar este símbolo al señor cardenal es reconocer, con toda la Iglesia, que la verdad de nuestra experiencia de Dios pasa por las relaciones sociales y culturales que vamos construyendo con todos. Sólo siendo un factor determinante para la reconciliación y la paz, nuestro pueblo reconocerá a Dios en su caminar.
2. La necesidad que tenemos los colombianos de reconocer que la paz que algunos buscan en nuestra nación, lo hacen procurando un equilibrio de fuerzas y desde el miedo a ser derrotado por el adversario. La paz del Cristo Negro de Bojayá es la experiencia de los que han dejado de ser cobardes y han perdido el miedo, no para convertirse en violentos que causan terror, sino para resistir y superar las agresiones y las amenazas de los violentos. Son los artesanos de la paz y la reconciliación, hombres y mujeres, profundamente libres y sosegados, capaces de ser testigos del Evangelio de la reconciliación.
3. El deseo profundo que tienen nuestra nación de recuperar su capacidad de perdonar y de recordar de un modo diferente: sin odios ni rencores. El Cristo Negro de Bojayá, crucificado y hecho pedazos por la guerra, nos sigue diciendo, desde el altar de la cruz, que la verdadera paz no se logra cuando unos hombres vencen sobre otros, sino cuando todos juntos tratamos de vencer las incomprensiones, agresividades y mutua destructividad que hemos desencadenado durante años. La paz sólo será posible, entre nosotros, mediante un esfuerzo amplio y generoso de mutua comprensión, acercamiento y reconciliación.
Esta placa también se llevará a Akisgran en la peregrinación de este año.
Que el Cristo Negro de Bojayá nos ayude, a todos los creyentes, a reivindicar la fuerza social y política que tiene la grandeza humana del perdón.