En la década de 1940, cuando el mundo atravesaba por la Segunda Guerra Mundial, la empresa Willys-Overland Motors respondió al llamado del alto mando militar para desarrollar un vehículo todoterreno de tracción en las cuatro ruedas capaz de conquistar los caminos más desafiantes. Ochenta años después, estos Jeep Willys son los únicos que se aventuran por las empinadas montañas del Oriente Antioqueño, conectando comunidades y transportando las mercancías esenciales para sus habitantes.
Muy temprano en la mañana junto a la plaza de Nariño, en el departamento de Antioquia, nos aguarda un Jeep Willys rojo en perfectas condiciones, listo para llevarnos a la vereda La Balvanera, la habilidad de estos vehículos para transitar con facilidad por las difíciles rutas locales lo ha convertido en el principal medio de
transporte público en la actualidad.
Después de casi una hora de viaje a través de impresionantes paisajes y con un deseo de estirar las piernas, llegamos hasta un punto de la trocha que se besa con el rio San Pedro y lugar de encuentro con Pastor, un joven campesino y miembro de la Asociación Campesina de Antioquia (ACA). Pastor nos presenta a Luz y Anlly, dos jóvenes mujeres con raíces campesinas que con trípode en mano se preparan para subirse al “yipao” y no llegar tarde a nuestra inaplazable cita.
Atravesamos varias quebradas y ascendemos por curvas empinadas hasta llegar a la vereda Las Damas. Allí, el profesor Gabriel y sus estudiantes nos esperan con todo listo para una presentación del área de comunicaciones de la Asociación Campesina. Este espacio se dedica a la formación, producción, difusión y debate a través del lenguaje audiovisual en temas que abarcan desde los derechos humanos hasta el conflicto armado, el territorio y el desplazamiento forzado en el contexto colombiano.
En medio de esta sesión, Luz Dary expone que estos impresionantes paisajes han sido testigos de una feroz batalla entre el modelo de desarrollo extractivista y las comunidades locales. Y cuenta como las identidades campesinas y las prácticas culturales están en peligro debido a la implementación de megaproyectos. A través de múltiples talleres, el área de comunicaciones ha motivado a centenares de jóvenes campesinos para documentar la resistencia de la organización comunitaria en la región del Oriente Antioqueño.
En medio de un breve receso, mientras los participantes disfrutan de un claro de maíz, Pastor, a petición de una vecina del colegio, limpia un panel de abejas meliponas. “Estas abejas no tienen aguijón, por eso no pican”, explica Pastor, destacando el profundo desconocimiento que la sociedad tiene sobre la importancia de estas abejas en los ecosistemas y su crucial labor de polinización. Señalando las abejas, Pastor indica que “dentro de los productos que esta abejita produce se encuentran la miel, polen cera, propóleo, además de su valioso servicio como polinizadoras”. Durante miles de años, los pueblos indígenas de los trópicos han cosechado miel de diversas especies de abejas sin aguijón, en contraste con las abejas europeas que no son nativas de estos territorios.
Pastor, desde su identidad campesina, se ha convertido en un defensor de la naturaleza. Nos cuenta que es además integrante del Movimiento Social por la Vida y la Defensa del Territorio, conocido como MOVETE. Además, señala que la región del Oriente Antioqueño es un importante productor de energía en Colombia, generando cerca del 40% de la energía del país. Sin embargo, la implementación de este modelo de producción ha dejado un amargo legado de despojo de tierras, desplazamiento forzado, estigmatización de la población y crecientes conflictos económicos, sociales y ambientales.
Este escenario social se agrava aún más debido a una triste realidad: Colombia es el país donde más activistas ambientales son asesinados en el mundo, como resultado de la violencia utilizada para resolver las contradicciones económicas y políticas. Pastor es consciente de que la respuesta a estos conflictos a menudo implica la imposición violenta de intereses económicos sobre las comunidades, con la voz acallada y profundo sentimiento de melancolía recuerda que “Kutamba era un líder social del municipio de Granada, también del oriente de Antioquia que soñaba con cambiar el modelo del extractivismo en su territorio”. Kutamba era el nombre suado por Julián David Ochoa para simbolizar su conexión con la naturaleza. Según los primeros reportes de las autoridades, Julián David fue asesinado a manos del Clan del Golfo y la Oficina, con presencia en el corregimiento de Santa Ana.
Esta situación de asesinato, persecución y estigmatización a líderes y lideresas sociales y ambientales es especialmente evidente en regiones donde las heridas de la guerra aún no han sanado y las comunidades luchan por construir la paz. A pesar del miedo, estos valientes hombres y mujeres continúan su incansable trabajo organizativo, convencidos de que es esencial para la supervivencia de sus comunidades.
Los líderes y lideresas sociales, así como los defensores de derechos humanos, son esenciales para la reconstrucción del tejido social, de la misma manera en que Pastor protege a las abejas, cruciales para la diversidad de la naturaleza y la vida en nuestro planeta. Debemos proteger a estos líderes, fundamentales para la reconstrucción del tejido social comunitario que la guerra ha quebrantado.
Mientras el inclemente sol se oculta en el horizonte, Luz Dary y Anlly nos indican que debemos prepararnos para salir. Mientras se aseguran de que todo haya sido recogido, Pastor agiliza y nos indica que el camino es largo y recuerda lo aprendido en los espacios formativos de la pastoral social “por razones de cuidado y autoprotección, no es aconsejable transitar por estas trochas durante la noche”.
Pastor y su proceso comunitario hace parte del proyecto contribuir a la protección integral, apoyo socio-jurídico y psicosocial para líderes sociales y defensores de derechos humanos en Antioquía y Valle del Cauca implementado por las diócesis de Sonsón-Rionegro y Cartago y diseñado por el Secretariado Nacional de Pastoral Social con el apoyo de MISEREOR la Obra episcopal de la Iglesia católica alemana para la cooperación al desarrollo.
Un esfuerzo para aportar a la construcción de la paz de Colombia a través del acompañamiento en clave de protección integral para minimizar los impactos de la vulneración de la seguridad los líderes y líderesas sociales, defensores y defensoras de derechos humanos.