¡Una mujer viuda… nos recuerda lo que, algunos, hemos olvidado!
Padre Rafael Castillo Torres
Director del SNPS/ CC
El próximo 22 de febrero, miércoles de ceniza, damos inicio al tiempo cuaresmal y a la campaña de la Comunicación Cristiana de Bienes que este año tiene como lema: “Es el tiempo de la solidaridad y la esperanza”.
Desde el Secretariado Nacional de Pastoral Social, Cáritas colombiana, queremos acoger el llamado que la Iglesia nos hace en este tiempo cuaresmal a ver en cada una de nuestras prácticas cuaresmales, el ayuno, la oración y la limosna, y en particular en los retiros espirituales que nos han de acompañar, un camino eficaz muy recomendable para el progreso espiritual de todos los fieles cristianos (cf. CV ll, Decreto. Apostolicam Actuositatem, N.º 32).
Inspira la Campaña el pasaje de Marcos 12, 41 – 44: “En una ocasión Jesús estaba sentado frente a las alcancías del templo, mirando cómo la gente echaba allí sus monedas. Muchos ricos daban en abundancia. En esto, se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Llamando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo: “Yo les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos. Porque los demás han echado de lo que les sobraba; pero ésta, en su pobreza, ha echado todo lo que tenía para vivir”.
Esta viuda, a la cual el Señor hace referencia y pone de ejemplo a sus discípulos, es una mujer humilde que no anda buscando honores ni prestigio alguno. Ella está actuando de manera callada y humilde. No piensa en explotar a nadie; al contrario, da todo lo que tiene porque otros lo pueden necesitar. Para Jesús esta mujer, ha dado más que nadie, pues no da lo que le sobra, sino “todo lo que tiene para vivir”. Qué bueno reconocer que estas personas sencillas, pero de corazón grande y generoso, que saben amar sin reservas y ofrecer en silencio lo mejor de cada una de ellas, son lo mejor que tenemos en la Iglesia. Ellas son las que, desde su generosidad, aumentan cada año la Campaña de la Comunicación Cristiana de Bienes, haciendo una Iglesia y una Nación más humanas; estas personas son las que creen de verdad en Dios; ellas son las que logran mantener vivo el Espíritu de Jesús en medio de otras actitudes religiosas llenas de falsedad e interés. De estas personas todos debemos aprender a seguir a Jesús, precisamente porque son las que más se le parecen.
Por ello es importante que todo nuestro desierto cuaresmal esté verdaderamente impregnado del espíritu que inspira y anima la campaña. Es una gran oportunidad que tenemos y que nos brinda la Iglesia para volver a Dios con más verdad y humidad. Cultivemos el silencio de la viuda, valoremos su oración, y reconozcamos en sus actitudes esa experiencia de profundidad que nos ayuda a estar a gusto con el Señor. En cada una de nuestras pequeñas comunidades, parroquias, Vicarias de Zona, Archiprestazgos, grupos parroquiales, movimientos apostólicos y servicios diocesanos, necesitamos profundizar en nuestra vida de hijos de Dios y de Discípulos de Jesús siguiendo el ejemplo de la viuda.
Nuestra esperanza es que el tiempo cuaresmal sea esa oportunidad que todos nos damos para crecer en nuestro espíritu de oración, mejorar nuestra respuesta a la llamada personal que Dios nos hace y concretar nuestros buenos propósitos de vida cristiana en la práctica de la solidaridad con cada hermano en necesidad y particularmente con los que menos tienen y más están sufriendo.
Queremos exhortarlos a celebrar, en la soledad y la tranquilidad libremente buscadas, nuestro encuentro con la persona de Jesús, durante toda la cuaresma, para que nos ayuden a sentirnos a gusto con Dios y nos permitan repetir con San Agustín: “Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Ti.”
Los invitamos a cultivar tres actitudes muy concretas:
- Orar por la campaña para crezcan cada vez más la solidaridad y la esperanza en la Iglesia y en la Nación: “Si el Señor no construye la Casa…en vano se cansan los albañiles” (Sal 121, 1).
- A ser generosos valorando el buen criterio de ese adagio popular que ha acompañado tantas iniciativas de nuestras parroquias mas humildes a la hora de ser construidas con sus templos, salones y casa curales a punta de empanadas: “Seamos generosos…porque en la medida en que uno va dando… el cielo va aflojando”.
- A valorar no sólo la ofrenda que entregamos, sino también el don de mi propia persona a través de un voluntariado social y eclesial. Los voluntarios son esos hermanos que prolongan en el tiempo y en el espacio los cuidados amorosos de Jesús hacia los enfermos, marginados y descartados de la historia. Recordemos que Jesús se denominó a sí mismo el diákonos, es decir, el que sirve (Lucas 22, 27) y nos exhortó a todos a la diakonein, es decir, a practicar el servicio. (Juan 13, 1-15). Digámoslo sin dilaciones y en el espíritu del Documento de Apreciada: ¡Todo cristiano por el hecho de ser discípulo misionero, necesariamente debe ser un voluntario social!