Un pastelero y ortopedista que pone sabor a la vida y masajes a la adversidad
24/09/2020 Gabriel Zambrano nació un 24 de abril de 1993 en Ojeda, Venezuela, en un hogar amoroso que, como él comenta, le permitió tener una excelente infancia, llena de buenos momentos con sus padres y sus dos hermanos menores.
Gabriel habla con emoción de su ciudad natal, la describe y la recuerda como la ciudad costera y petrolera en la Costa Oriental del Lago de Maracaibo. Habla de la gastronomía y explica que son amantes de la comida frita: “tenemos mucha gastronomía, patacones, hamburguesas, mandocas, arepas en el desayuno y la cena, y cepillado para el calor en las tardes”, (el tradicional raspado en Colombia).
Evoca aromas y sabores específicos como el de las guayabas, los duraznos y de las parchitas (maracuyá). “En mi casa de Ciudad Ojeda tengo una gran cantidad de árboles sembrados, tengo mango, melón, patilla, ahuyama, níspero, higos, naranjas de cinco especies distintas e incluso uvas para hacer mi propio vino. Además de la comida y la importancia de las frutas en mi ciudad, tenemos como música típica La Gaita, que se escucha en toda Venezuela en época de Navidad”, comenta.
A la corta edad de 10 años, Gabriel se interesó por el estudio militar y les pidió a sus padres que lo inscribieran en el Liceo Militar Oficial en Jefe Rafael Urdaneta que, según él, es el mejor instituto del estado de Zulia.
“Allí viví una gran experiencia, si muriera y volviera a vivir, la repetiría; aprendí a hacer demasiadas cosas y recibí una excelente formación militar. El Liceo estaba localizado en Punta Gorda, en la Costa Oriental del Lago, su extensión era tal, que nunca llegué a conocerlo completo en los cinco años que estuve allí. Teníamos canchas de fútbol, tenis, béisbol, piscina, casino y veíamos clases de deportes. Le agradezco mucho a mi papá haberme permitido vivir esta experiencia”, asegura.
Se graduó a los 15 años del Liceo Militar; intentó estudiar producción audiovisual, pero cuando iba en cuarto semestre la institución eliminó la modalidad virtual y no pudo seguir estudiando, entonces decidió iniciar un técnico en traumatología y ortopedia. Cuenta que gracias a la instructora que tuvo aprendió mucho y pudo realizar sus prácticas en el Hospital Pedro García Clara, que está en el municipio Lagunilla del estado de Zulia, siendo a los 19 años técnico medio en traumatología y ortopedia.
“Además de tener esta experiencia de dos años en el hospital, también pude desempeñarme por cuatro años en un Spa de mi ciudad haciendo masajes ortopédicos. Tuve la oportunidad de hacer cursos de repostería y pastelería; trabajé con mi niñera en la pastelería Shaddai Jireh (Dios proveerá), ella es como mi segunda madre y me ayudó en los momentos más difíciles de mi vida. Gracias a ella aprendí a hacer muchos dulces y soy repostero y pastelero”, precisa.
Para Gabriel, su hermana ha sido un pilar fundamental en su vida, y hace aproximadamente cuatro años atrás ella decidió salir de su país por la crisis que se vive actualmente, cansada de la situación tomó algunas pertenencias y le dijo a Gabriel que lo esperaba en Bogotá, quien un año después le tomó la palabra, organizó su equipaje y viajó a Colombia.
“Llegué a la frontera con Cúcuta a las 9:00 p.m., tomé un bus intermunicipal a las 10 de la noche y mientras recorría el trayecto por la madrugada, veía a muchos venezolanos caminando por los páramos, mujeres embarazadas y niños pequeños. Sentí una gran tristeza y lloré como un niño pensando en todas las dificultades por las que tenían que pasar estas personas mientras yo me encontraba en el bus, recuerdo haber visto muchos frailejones esa noche y sentir mucho frío después de salir de una tierra tan caliente como la mía”, indicó.
Recuerda que llegó a Bogotá a las tres de la madrugada, tomó un taxi hasta la casa de su hermana, que no tenía timbre, y le tocó esperar hasta las siete de la mañana para poder entrar e iniciar un nuevo capítulo en su vida.
“Actualmente vivo en Suba-Bilbao, cuando yo llegué mi hermana trabajaba en un salón de belleza y yo inicié allí haciendo masajes antiestrés, reductivo, piedras volcánicas y ortopédicos para los clientes. En enero la dueña del negocio tuvo que cerrar porque su mamá se enfermó; entonces continué mi trabajo a domicilio con las personas a quienes atendíamos. Aún sigo prestando mis servicios como masajista y también estoy organizando mi negocio como repostero y pastelero, he comprado batidoras Hamilton, tengo moldes de tortas y espero poder comprar un horno industrial. Vivo tranquilo en Bogotá, no tengo preocupaciones o grandes responsabilidades y tengo mi pareja estable”, afirmó.
Gabriel comenta que en Bogotá ha logrado tener estabilidad y que desea invertir en su negocio, espera que la situación en Colombia mejore y que los problemas del país poco a poco se vayan resolviendo. “Tengo pensado establecer mi propia pastelería y mi tienda de dulces y salados para fiestas. También me gustaría poder apoyar a muchas personas a través de cursos de repostería que les permitieran iniciar emprendimientos y espero poder continuar aportándole a Colombia desde lo que sé y disfruto hacer”, añade emocionado.
Gabriel es uno de los más de 1 millón 825 mil venezolanos radicados en Colombia, que llegaron a este país en busca de una nueva oportunidad.