Reflexiones de la semana internacional de la sociedad civil
¡Propuestas para la acción colectiva y la defensa del bien común!
La participación Pastoral Social en la Semana internacional de la Sociedad Civil, realizada en Bogotá, permitió aportar y recoger algunos de los debates y reflexiones que hoy marcan las agendas de los movimientos sociales, no solo en lo regional o nacional, sino también en lo global.
La agenda global 2015 – 2030 para alcanzar los nuevos objetivos del desarrollo sostenible, la presentación del informe mundial de desarrollo 2015, y los procesos de rendición de cuentas y advocacy internacional fueron objeto de amplio análisis en los conversatorios realizados, mientras que las nuevas tendencias de la ayuda internacional al desarrollo, la protección a defensores de derechos humanos, y el rol de las organizaciones sociales en la búsqueda de la paz, son preocupaciones constantes de los participantes.
I. La capacidad relacional de la sociedad civil:
Grandes decisiones políticas y económicas se toman fueran de los entornos de las organizaciones sociales y afectando sus procesos, lo que exige no solo conocer las realidades globales sino diversificar nuestra esfera de relaciones y alianzas a niveles más allá de lo nacional, trabajando no solo con pares, con los más cercanos en el entorno, y con quienes hay confianzas construidas.
La efectividad de la gestión estratégica en los equipos y redes de aliados ahora depende más de la voluntad, conocimientos y capacidades de actores no aliados y de escenarios considerados lejanos y desconocidos… el mundo se hace cada vez más interdependiente.
La sociedad civil debe salir de las zonas de confort y lo tradicional para involucrarse en prácticas y agendas que ofrezcan opciones de impacto más concretas y efectivas, superando viejas retóricas y asumiendo planes más ejecutivos y monitoreables.
La capacidad de tramitar no solo las tensiones con otros sino con los propios aliados, y de negociar expectativas y estrategias al interior de sus estructuras, permite fortalecer la dimensión relacional hacia afuera y hacia adentro.
La cualificación para acercarse a los bloques y cumbres de Estados, audiencias y relatores internacionales e instancias judiciales transnacionales, así como a los sistemas internacionales de derechos humanos, es inevitable si se quiere pasar de la retórica y un activismo de bajo impacto, a participar de forma más posicionada en procesos como el seguimiento a los nuevos objetivos del desarrollo sostenible, o una relación más funcional con gobiernos y organismos multilaterales.
Relaciones diversas, funcionales e interconectadas son vitales para no quedar relegados en un mundo de cambios, y para una labor de advocacy (incidencia) de mayor impacto.
II. Think tanks (tanques de pensamiento), advocacy (incidencia) y cooperación:
Antes la experiencia técnica, estabilidad legal y capacidad operativa de una organización social abría puertas para recibir apoyos internacionales a largo plazo; hoy los donantes reclaman interacciones más políticas y analíticas en sus relaciones de auxilio y cooperación.
Nuestros países avanzan en normas que facilitar la subcontratación técnica y consorcios entre organizaciones sin ánimo de lucro, permitiendo delegar agendas logísticas y operativas y centrarse en producir conocimiento (tanques de pensamiento) y acciones de mayor impacto social y político como el advocacy (incidencia) nacional e internacional, investigación y pedagogía de alto nivel.
De una cooperación de “brazo largo” que posibilitaba apoyos abiertos y a largo plazo, se pasa hoy a una de acciones especializadas y con menor tiempo y recursos para generar impactos, exigiendo no solo mayor cualificación sino pasar de un activismo abierto y emergente, a la acción especializada y monitoreable.
El ciudadano de países donantes reclama hoy a sus gobiernos y agencias que los efectos de su cooperación externa se sientan en sus comunidades y se vean reflejados en sus noticieros: disminución de la migración forzada por la pobreza y la violencia hacia sus países, fortalecimiento democrático, mayor capacidad de control ciudadano y calidad de vida en los países que la reciben, etc.
Los ciudadanos informados de estos países constituyen hoy un fuerte grupo de presión y veeduría para los donantes, sobre todo en contextos como el europeo, donde la derecha se reposiciona electoralmente con estos debates.
III. El caso de Colombia: una nueva arquitectura institucional para la paz, precedida de una nueva arquitectura emocional.
Colombia no puede desestimar la interdependencia entre su “idiosincrasia” en el ejercicio del poder, la calidad de vida en las regiones y el surgimiento de emocionalidades colectivas que a veces suman violencias en vez de sanarlas, a pesar de los instrumentos jurídicos, técnicos o institucionales creados para hacerlo.
Una práctica política sin sentido de lo común alimenta imaginarios del privilegio sin merito, del saqueo de lo público, del fin justificando los medios, que en conflicto con lo colectivo generan una emocionalidad de la exclusión y del despojo, de la humillación y de la revancha y el cobro de cuentas.
La sociedad civil debe abordar el tema de la biopolítica -relaciones micro y macro de poder en las vidas cotidianas- y de las emocionalidades políticas en las estrategias de construcción de paz. Necesitamos nuevos conectores emocionales y recoger los mitos fundacionales que nos identifican como nación, para ayudar a recomponer confianzas laceradas.
El reconocimiento de las subjetividades colectivas y su papel en las rupturas sociales o la reconciliación no es una negación de la racionalidad sino un llamado a negociar nuevas arquitecturas sociales y emocionales para vivir en paz.