Mensaje de Monseñor Luis José Rueda Aparicio a los trabajadores
Bogotá, abril 30 de 2018. Vivo en medio de trabajadores hombres y mujeres, de diversas razas, algunos son jóvenes aprendices otros son mayores, unos con la esperanza de una jubilación otros sin esa posibilidad, algunos son clasificados como trabajadores formales otros son llamados informales. Son hombres y mujeres que se ganan el pan de cada día con el trabajo que realizan.
Me asombro viendo la diversidad de labores que el ser humano realiza, veo en ellas la prolongación de la obra creadora de Dios Padre. El tallador de madera que hace una obra en el taller de su casa, la enfermera que sutura una herida, el conductor del auto bus, la tejedora que elabora una ruana, el hornero del pan, la vendedora de rosas, el reciclador, la trabajadora doméstica, el cultivador de café, el empleado de la fábrica de cemento, la presentadora de noticias.
El Papa Francisco en su Exhortación Apostólica titulada “Alegraos y regocijaos”, nos recuerda que todos estamos llamados a la santidad, y que el trabajo de cada día es el instrumento y el lugar donde hombres y mujeres podemos vivir la santidad. Nos dice el Papa Francisco:
“Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad «de la puerta de al lado», de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, la clase media de la santidad”. No. 7
Cuando las personas descubrimos que el trabajo nos santifica, entonces todo lo que hacemos se convierte en una ofrenda agradable a Dios, nos disponemos a mejorar cada día, a tratar a los compañeros de trabajo con responsabilidad y fraternidad. La búsqueda de la santidad en el trabajo de cada día, le da unidad y sentido a todo lo que hacemos, nos renueva en la motivación para recomenzar las tareas aunque sean duras y nos quita la tentación de pensar que lo más importante del trabajo es la parte económica.
Con motivo del día primero de Mayo, en el cual celebramos a San José Obrero, quiero concluir este breve mensaje con la oración que nos propone la Liturgia de la Iglesia:
“Dios nuestro, creador del universo, que has establecido que el hombre coopere con su trabajo al perfeccionamiento de tu obra, haz que, guiados por el ejemplo de San José y ayudados por sus plegarias, realicemos las tareas que nos asignas y alcancemos las recompensas que nos prometes”. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén
Monseñor Luis José Rueda Aparicio. Obispo de Montelíbano – Córdoba