Lucila Lozano y el valor de la solidaridad para fortalecer el espíritu
15/10/2020 Lucila Esther Lozano, mujer colombiana de 55 años, hace parte de la población que ha sido beneficiada con el proyecto Asistencia Alimentaria Humanitaria a Migrantes Venezolanos y Colombianos en Condición de Vulnerabilidad.
Este año su vida ha cambiado de muchas maneras, casi como lo hace una montaña rusa. En su familia todos perdieron el empleo debido a la pandemia y las angustias económicas comenzaron a tocar la puerta de su casa. El primer pensamiento que empezó a cruzarse por su mente cada vez que se levantaba era el qué hacer para conseguir alimentos.
Durante unos días se dedicó a buscar ayuda de diferentes maneras, pero no tuvo éxito al conseguirla debido a que nadie se encontraba en condiciones de hacerlo, pues todo estaba cerrado. Esto debilitó su fortaleza y espíritu.
“Por esta pandemia y otras situaciones estábamos pasando por un momento de crisis económica. Las crisis económicas también llevan a crisis morales, por esto la ayuda que hemos recibido también ha sido un enorme apoyo moral”, señala.
Por medio del Banco de Alimentos de la Diócesis de Cúcuta tuvo la posibilidad de acceder a dos mercados quincenales a lo largo de dos meses, así como información acerca de buenas prácticas de higiene. Esto no solo alivió su intranquilidad durante un tiempo, sino que mejoró las condiciones de vida en su hogar. “Aunque muchos digan que esta es una ayuda pequeña, para diferentes familias y especialmente para la mía ha sido muy grande. Este proyecto nos devolvió la fe y nos dio un impulso para poder salir adelante”, agrega Lucila.
Además, reconoce la labor de este programa asistencial al acoger a los hermanos venezolanos de la misma manera en que lo ha hecho con ella. Particularmente ha establecido con ellos lazos de empatía y amistad, ya que en ocasiones han compartido las mismas necesidades. Esta experiencia le ha enseñado a que es importante dar la mano a quien lo necesite, sin tener que diferenciar o poner condiciones para hacerlo. También le ha ayudado a reflexionar a que en las crisis las fronteras no deben separar, sino unir.
“En este momento considero que Colombia y Venezuela son una misma nación, porque entre nosotros no debe haber ninguna diferencia. Todos somos humanos, todos somos hermanos. Tenemos que mirar la parte buena de las personas y ayudarles como podamos. Al venezolano lo admiro porque tiene una gran capacidad de empuje y eso es de gran ejemplo”, dice Lucila.
Agradece a Cáritas Colombia, Cáritas Polonia, Tiendas Ara, Jerónimo Martins y a la Diócesis de Cúcuta por el apoyo que ha recibido, ya que no solo le han brindado un alimento físico sino espiritual. Asimismo, agradece a Dios porque la solidaridad de estas entidades ha hecho que pueda creer en un futuro mejor. “Que Dios me los bendiga. Que siga aumentando en ustedes el don de colaboración para todas las familias vulnerables y que ojalá siga creciendo toda esta ayuda”, termina Lucila.
Por último, tal y como ha ocurrido con Lucila Lozano, con este proyecto también se ha logrado que los beneficiarios se conviertan en replicadores de buenos hábitos de higiene para la prevención de enfermedades, especialmente del Covid-19 e infecciones diarreicas. El equipo local del Banco Diocesano de Alimentos es el encargado de compartir información enfocada en buen manejo de alimentos y prácticas adecuadas para el lavado de manos. “Hemos mejorado condiciones nutricionales en la población, especialmente en niños. Además, hemos conseguido que las personas se apropien de las siguientes tres palabras: calidad, representa a la iglesia católica; solidaridad refleja el lazo que ha unido a donantes y ejecutores y felicidad, que es la que demuestran las personas beneficiadas”, comenta Jean Carlos Andrade, coordinador del proyecto