Diócesis de Cúcuta: confianza en Dios y compromiso con los más vulnerables
De forma permanente la Iglesia en Cúcuta ha atendido humanitariamente a miles de personas en situación de vulnerabilidad. Antes de la crisis sanitaria provocada por el Covid-19, la Diócesis de Cúcuta desarrollaba varias acciones sociales, como los ocho comedores comunitarios ubicados en distintos sectores de la ciudad donde diariamente eran entregadas alrededor de 12.000 raciones de comida a población necesitada. Sin embargo, respondiendo a la solicitud del Gobierno Nacional la atención en estos espacios fue suspendida con el fin de evitar aglomeraciones.
Ante esta situación el Vicario General de la Diócesis, Israel Bravo Cortés, cuenta cómo se han enfocado en tres frentes coordinados que son los procesos que acompaña la Pastoral Social: la entrega de tarjetas con bonos alimentarios y ayudas humanitarias, de la mano de ACNUR; la reactivación operativa del banco de alimentos y la fundación para ayuda a los migrantes.
Sobre el banco de alimentos, la Diócesis ha entregado hasta la fecha aproximadamente 60.000 mercados, a partir del censo realizado por los equipos de cada una de las 105 parroquias que conforman esta jurisdicción eclesiástica, la logística de acopio y distribución de los mercados a las diferentes zonas que se realiza en las instalaciones del banco de alimentos y la supervisión para asegurar que estos alimentos llegan a las personas más necesitadas. Igualmente, se ha reactivado la ayuda a 300 familias migrantes y desplazadas, quienes siendo asistidas con paquetes alimentarios que son entregados cada 20 o 30 días.
El objetivo de realizar estas acciones es cumplir el mandato del Señor: “tuve hambre y me diste de comer, estuve desnudo y me vestiste”. La asistencia del corazón mismo, la vivencia de la experiencia de la vida cristiana que es vivir el evangelio, significa amar y servir a los hermanos de manera concreta: “lo que nosotros hemos tratado de hacer es exactamente en razón de la necesidad que se ve, en razón de las urgencias que se tienen, pasando incluso nosotros mismos también necesidades porque las iglesias, los templos y las capillas están todas cerradas, prácticamente nuestro funcionamiento se ha visto reducido a celebraciones virtuales que no es lo mismo que estar en contacto con la gente, pero desde esa escasez que tenemos, estamos tratando de ayudar y de asistir a los más necesitados en lo que más podamos” asegura el Padre Israel.
Al ser Cúcuta una ciudad fronteriza, cuenta con un gran porcentaje de población migrante proveniente de Venezuela y la Diócesis los tiene como una prioridad dentro de sus obras sociales. Estas acciones son desarrolladas en los lugares más neurálgicos, como lo son la terminal de transporte, la Casa Divina Providencia y la parroquia San Judas Tadeo en Villa del Rosario. El resto de la población se encuentra repartida en los barrios más vulnerables de la ciudad: Fortaleza, Los Olivos, Belisario y La Ciudadela, allí son atendidos por congregaciones como las hermanas Salesianas, Vicentinas y los padres scalabrinianos.
Actualmente el acompañamiento espiritual de la Diócesis se está dando de manera virtual, a través del apoyo a cada parroquia con la catequesis de niños y confirmación de jóvenes. Así mismo, por medio de un trabajo articulado con las parroquias se asiste a los fieles a través de charlas, conferencias y la eucaristía, sin descuidar el hospital de la ciudad donde los padres capellanes brindan un apoyo a los enfermos y a todos los que piden ayuda en medio de la emergencia sanitaria.
La ayuda que ha podido brindar la Diócesis ha sido gracias al Secretariado Nacional de Pastoral Social / Cáritas Colombiana, algunos programas de Organizaciones No Gubernamentales, las personas de buen corazón que han hecho llegar sus aportes en productos o dinero y los voluntarios que en medio de las restricciones y dificultades ponen a disposición sus manos y su tiempo para llevar un mensaje de esperanza.
El padre Israel Bravo hace un llamado a obedecer a las autoridades y a confiar en Dios con una fe poderosa: “siempre los hombres de fe estamos llamados a mantener la esperanza y a saber que, como suele decir a palabra, solo en Dios tiene refugio nuestra alma, pues en él nos refugiamos en este momento tan crítico de la historia. No es la primera vez que afrontamos situaciones parecidas, tal vez hace mucho no las vivíamos y por eso esto nos parece tan sorprendente y avasallador, pero los seres humanos que confiamos y ponemos nuestra confianza en el señor sabemos que siempre con Él, de su mano, vamos adelante y tenemos mucho por hacer y mucho por construir. Esta situación no va a ser más grande que las capacidades y los dones que Dios nos ha regalado y saldremos adelante. Nuestro deseo y nuestro esfuerzo es seguir cumpliendo y haciendo lo que esté a nuestro alcance por el bien de los demás, por eso se han cerrado los templos y se ha cumplido a cabalidad en la mayoría de las iglesias de todo el territorio nacional las indicaciones que se nos han dado. No porque no creamos en Dios o no confiemos en él sino porque también somos conscientes de que no vamos en contravía del Estado y porque nuestro deseo es fundamentalmente dar muestras de que se puede convivir con los hermanos y, en estas situaciones, mostrar que antes que nada hay que ser obedientes y solidarios con los que no comparten nuestras mismas creencias, pero nuestro deseo y nuestra fuerza es saber que vamos adelante y que todo esto va a mejorar de la mano del Señor”.