“No se trata de migrantes o refugiados, se trata también de hermanos que alguna vez nos tendieron la mano” Papa Francisco
Desde 2001 por decisión de la Asamblea General de las Naciones Unidas se ha escogido el 20 de junio para celebrar el Día Internacional del Refugiado. La Iglesia católica colombiana, fiel al magisterio del Papa Francisco, en este día invoca los 4 verbos: acoger, proteger, promover e integrar, como parte de su acción evangelizadora y pastoral en favor no sólo de los refugiados, sino de migrantes, desplazados internos y víctimas de trata.
Según los datos del informe anual de ACNUR Tendencias Globales, hecho público el día de ayer, en el mundo cerca de 70,8 millones de personas se encuentran desplazadas forzosamente de sus hogares. De los cuales 26 millones son refugiados, 4 millones solicitantes de asilo y 41.3 millones desplazados internos. A ello se debe sumar los que están en riesgo de apatridia.
Durante su mensaje por la 105ª edición de la Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado el Papa Francisco ha expresado su preocupación por las personas migrantes refugiadas, desplazadas y las víctimas de la trata y la exclusión que viven, quienes “ (…) se han convertido en emblema de la exclusión porque, además de soportar dificultades por su misma condición, con frecuencia son objeto de juicios negativos, puesto que se las considera responsables de los males sociales. La actitud hacia ellas constituye una señal de alarma, que nos advierte de la decadencia moral a la que nos enfrentamos si seguimos dando espacio a la cultura del descarte. De hecho, por esta senda, cada sujeto que no responde a los cánones del bienestar físico, mental y social, corre el riesgo de ser marginado y excluido”
Monseñor Misael Vacca Ramírez, obispo de Duitama Sogamoso y responsable de la Comisión de Migración y Refugio de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) ha invitado a tener “la oportunidad para mirar cómo ayudarlos, brindándoles la información correspondiente, orientándoles donde pueden llegar a sus destinos, qué derechos pueden exigir y cuáles son las posibilidades en dichos países”.
Por su parte, Monseñor Héctor Fabio Henao, director del Secretariado Nacional de Pastoral Social- Cáritas Colombiana, explica cuáles son los retos para desarrollar la acogida, protección, promoción e integración de las personas migrantes y refugiadas: “en este Día Mundial del Refugiado el mensaje de la Pastoral Social es hacer que nadie se sienta extraño, que nadie se sienta forastero entre nosotros, lograr un ambiente de acogida, que es el primer verbo que el Papa Francisco nos invita a poner en práctica, abrir las puertas, acoger, hacer sentir en casa a los que llegan y tratar de buscar las mejores soluciones para ellos. Muchas personas que transitan por nuestro país están en condiciones de vulnerabilidad, muchos sufren por la inestabilidad social de los territorios y pueden ser víctimas de abuso e incluso de reclutamiento por parte de grupos ilegales, por lo tanto, proteger es unos de los grandes desafíos en este momento frente a las poblaciones que llegan a Colombia”.
Sin embargo, como indica Mons. Henao, no se trata solo de la acogida y protección sino de ir más allá: ser capaces de promover e integrar, porque “es una manera de hacer que estas personas que nos requieren, que claman por acogida también puedan ser reconocidos en sus capacidades, un país puede enriquecerse de la llegada de migrantes si sabe reconocer sus potencialidades. Además, Integrar tiene que ver con una realidad más profunda que la de estar presentes, la posibilidad de hacer parte de sentirse en un colectivo que te da el reconocimiento y abre un espacio para que tú puedas brindar todas tus potencialidades y en ese sentido integrar es una tarea que tiene que desarrollarse desde lo personal de cada individuo y en su capacidad más profunda”, indicó.
Una Iglesia que construye puentes de solidaridad
En cuanto al trabajo eclesial, hay importantes alianzas surgidas a la luz del trabajo mancomunado como el caso de la Red Clamor y el programa Puentes de solidaridad. Las Cáritas diocesanas, arquidiócesis, diócesis, vicariatos y hasta en las más recónditas parroquias del país, siempre están planificando acciones solidarias en favor de migrantes, refugiados y desplazados. Desde acciones mundialmente conocidas como la campaña “Compartiendo el viaje” hasta actividades muy puntuales como recolectas de ropa y comida, repartición de mercados, procesos de formación para combatir la trata y violencia contra los menores.
Lina Peña, especialista nacional de protección, Refugio, Migración y Trata de Cáritas Colombia, considera que “podemos seguir trabajando una idea fuerza y es la siguiente: que en materia de Refugio y Migración siempre hay que tener en cuenta la relación entre país de origen, país de tránsito, país de permanencia y país de retorno o reasentamiento, así las soluciones son también multilaterales y no se recarga a uno solo. Así es como trabaja la Iglesia de modo interconectado y como ejemplo Red Clamor”.
Sin duda la crisis del hermano país Venezuela ha afectado al pueblo colombiano, pero eso no es obstáculo para la acción eclesial. En el caso de la diócesis de Cúcuta, Riohacha y Arauca, quienes desde hace muchos años vienen aunando esfuerzos para atender a esta población, a través de comedores, casas de pasos, centenares de procesos de acompañamiento jurídico, atención en salud y formación, más de 20 mil porciones diarias de comida. Pese a ello, muchas veces la acción de la Iglesia se torna insuficiente, pues con el pasar de los días aumenta la cantidad de venezolanos y venezolanas en el país. Según cifras de Migración Colombia ya alcanzan 1.500.000 personas.
En este sentido, la Iglesia sigue en su línea de puertas abiertas, y parafraseando al Papa, no se trata solamente de migrantes o refugiados, también se trata de hermanos venezolanos que alguna vez tendieron la mano a millones de colombianos.
Si bien la política interna y los problemas cotidianos agobian a la mayoría de nacionales, es necesario seguir haciendo esfuerzos comunes para hacer de Colombia una tierra de acogida y de reconciliación. De este parecer es la hermana Teresinha Monteiro, secretaria ejecutiva de la Fundación de Atención al Migrante (FAMIG) en Bogotá, quien asevera que la Iglesia es la madre que acoge, que cada una de las personas en situación de migración y refugio sepan que no están solos.
Espacios de incidencia y acción pública
Además del papel pastoral, espiritual y evangelizador, la Iglesia también ocupa espacios de incidencia pública. Son visibles los esfuerzos de cada una de las organizaciones eclesiales en animar al Estado colombiano a comprometerse con el Pacto Mundial de las migraciones y Refugio, suscrito por la ONU.
Son estos espacios de incidencia los que de alguna manera han permitido al gobierno de Colombia emitir decretos de protección como el censo para venezolanos sin documento alguno mejor conocido como Registro Administrativo de Migrantes Venezolanos (RAMV), otorgar el Permiso Especial de Permanencia y aceptar pasaportes vencidos como documento válido de viaje y permanencia. Claro está, aún hay tareas pendientes como es el caso de miles de niños de hijos de padres venezolanos nacidos en territorio colombiano, que se encuentran en situación de apatridia.
Hoy día Internacional del Refugiado recordamos la invitación del Santo Padre: “la presencia de los migrantes y de los refugiados, como en general de las personas vulnerables, representa hoy en día una invitación a recuperar algunas dimensiones esenciales de nuestra existencia cristiana y de nuestra humanidad, que corren el riesgo de adormecerse con un estilo de vida lleno de comodidades. Razón por la cual, “no se trata sólo de migrantes” significa que al mostrar interés por ellos, nos interesamos también por nosotros, por todos; que cuidando de ellos, todos crecemos; que escuchándolos, también damos voz a esa parte de nosotros que quizás mantenemos escondida porque hoy no está bien vista.