Encuentro de la Red Clamor: Caminando juntos en el Darién

25 Jul 2024

Del 23 al 26 de julio, la Red Clamor se reúne en Necoclí con diversas organizaciones de la Iglesia dedicadas a atender la crisis humanitaria de refugiados y migrantes desde distintos rincones de Latinoamérica. Esta iniciativa, liderada por la Red Clamor, tiene como objetivo articular y fortalecer las estrategias de atención con las comunidades de refugiados, ilumina nuestra acción y nos permite estar al tanto del trabajo solidario y de vocación de quienes trabajamos por las personas que salen de sus países por situaciones de riesgo. 

En este encuentro de la Red Clamor en Necoclí, integrado por Cáritas de Venezuela, Brasil, Panamá, Colombia, las Pastorales Diocesanas de Apartadó, Ipiales y Turbo, junto a las Comunidades de la Presentación, las Comunidades Juanistas, los Salesianos, el Servicio Jesuita de Refugiados JRS y la OFM, reafirma el compromiso de la Iglesia Católica, con la protección y asistencia a los refugiados y migrantes, abogando por una migración segura, digna y promoviendo la solidaridad y el amor cristiano hacia aquellos que se ven obligados a dejar sus hogares en busca de un futuro mejor.

Un Llamado de la Iglesia la Humanidad y a la Solidaridad

Durante la primera jornada, del encuentro “Caminando Juntos en el Darién” abordamos las experiencias de la iglesia en el territorio, el obispo de Apartadó Monseñor Carlos Alberto Correa destacó la importancia de reconocer al ser humano en movimiento como una preocupación central para la Iglesia. “Dios reconoce al ser humano, nos ilumina con el testimonio del Antiguo Testamento, vemos un Dios que protege al migrante y para el que todo movimiento humano es de su vital interés”.  Recordó las palabras de San Juan Pablo II en 1997, subrayando la seria preocupación pastoral de la Iglesia por el flujo de refugiados y migrantes y la necesidad de una atención integral para quienes se ven obligados a migrar debido a las circunstancias de pobreza, violencia y conflictos políticos.

La migración segura, basada en la colaboración solidaria, es fundamental. “Acoger al migrante y al forastero” es una urgencia y un llamado que debe hacerse. Es esencial pensar en la gran familia humana y reconocer que los migrantes son nuestros hermanos y hermanas, merecedores de un lugar en nuestras comunidades cristianas, donde se evidencie el amor de Dios por todos, el reconocimiento y la protección de su dignidad.

La realidad de la crisis humanitaria de los movimientos mixtos de refugiados y migrantes.

El padre Leónidas Moreno, director de la Pastoral Social de Apartadó, se refiere a cifras de la Procuraduría General de la Nación de Colombia, que revelan el alarmante negocio de las redes de trata de personas, que están generando ingresos de 140 millones de dólares al año y que pone en riesgo la seguridad y la integridad de quienes recorren ese largo camino que los lleva a los Estados Unidos.

En el primer semestre de este año, 170 mil personas cruzaron la frontera Darién desde Colombia, en un contexto de dominio ilegal y una necesidad de fortalecimiento de la institucionalidad. La situación plantea un reto significativo para la Iglesia en su labor de atención a la crisis de refugio y la articulación de las comunidades eclesiásticas que prestan una atención colaborativa con otras entidades para brindar una respuesta integral.

Neil Alfonso Quejada, sacerdote de Turbo, se refiere a la vocación histórica de la iglesia para atender a los refugiados que llegaron al país en la década de los 90’, la crisis vivida con Cuba y el vacío estatal que obligó a las comunidades a convivir con la ilegalidad para atender esa emergencia, motivó a la iglesia de Turbo a organizar ollas comunitarias y otras estrategias de atención psicosocial, para solucionar el hambre y establecer el PAO en 1997 (Puntos de Atención y Orientación), esa red que nace de la Iglesia, brinda atención psicológica, monitoreo  y seguimiento.

La respuesta de la Iglesia ha sido la base para ejercer una labor de atención humanitaria y puede mitigar los efectos de los movimientos mixtos de refugiados y migrantes, proporcionando no solo asistencia inmediata, sino también apoyo psicosocial. Este enfoque integral es crucial para fomentar la resiliencia tanto en las comunidades de refugiados como en las de acogida, fortaleciendo el tejido social frente a los desafíos que conlleva ese transito transfronterizo.

En Urabá, las diócesis se han adaptado a las necesidades de las familias de refugiados, las acciones diocesanas han impulsado dos comedores que ofrecen 2 mil raciones semanales a personas en tránsito migratorio, a pesar de la falta de compromiso gubernamental, se ha hecho lo posible por dar respuesta a los refugiados, proporcionando alimentos, atención médica y apoyo integral.

Contexto del transito transfronterizo en Colombia y Panamá

La falta de regulación y control por parte de los Estados, es una constante según la experiencia de las Pastorales de Panamá y Colombia ubicadas en estas zonas de frontera, para ellos hay unos vacíos institucionales en la atención, que crean un entorno propicio para la explotación y abuso de los refugiados y migrantes, la iglesia provee recursos básicos y es una red de apoyo espiritual y psicosocial, que actúa como un agente de justicia y humanidad, pero la sostenibilidad de estos esfuerzos requiere una mayor implicación estatal y políticas migratorias efectivas.

Este panorama destaca una preocupante realidad en la que la falta de control estatal y la presencia de redes ilegales exacerban la vulnerabilidad de los refugiados, la magnitud del problema subraya la necesidad urgente de una respuesta coordinada entre diferentes actores sociales y gubernamentales.

El Padre Erick Fernández, que trabaja en el Vicariato de Darién en Panamá, compartió las historias de niños nacidos en la selva y atendidos en puestos de salud, según los reportes de este país más de 520 mil personas cruzaron el Darién en el 2023, y en lo que va del año han ingresado 212 mil migrantes, principalmente de Venezuela, Ecuador, Colombia, Haití y China, de los cuales el 27% eran hombres, el 22% niños y niñas.

La colaboración regional e internacional es esencial para abordar está crisis de manera efectiva y humana, las políticas del gobierno de Panamá de cierre de fronteras no detienen el paso de los refugiados y, en cambio, pueden agravar su situación exponiéndolos a mayores riesgos.

La Red Clamor de Panamá, con apenas dos años de existencia, se ha posicionado para atender a los refugiados y migrantes, a través de comunicados y acciones concretas, que continúan denunciando las deficiencias en las políticas migratorias y trabajando por una atención integral y digna para todos los refugiados.

Los niños en Necoclí comienzan a enfermar, enfrentan hambre y enfermedades, y están en riesgo de trata de personas, muchas familias no tienen los medios para comprar útiles escolares o logran vincularlos a la escuela, lo que ha llevado a las monjas a brindar atención a los niños y niñas en las playas, los niños requieren entornos seguros ante el maltrato y los peligros a los que están expuestos, los padres, protegen a sus hijos de intentos de abuso y aquellos niños que trabajan en la calle están sometidos a diversos tipos de explotación. En este contexto, los jóvenes sueñan con llegar a Estados Unidos y tener dinero, pero muchos caen en el consumo de drogas.

La situación de los niños y jóvenes en Necoclí es alarmante, evidenciando la necesidad de intervenciones urgentes para proteger sus derechos y brindarles un futuro más prometedor. La falta de recursos y la exposición a múltiples formas de violencia y explotación subrayan la importancia de un enfoque integral que incluya la educación, el apoyo psicológico y la protección social, además de políticas gubernamentales efectivas que respondan a las necesidades de estas poblaciones vulnerables.

La pastoral de movilidad humana en Colombia trabaja para dar respuesta a estas realidades mediante el acompañamiento y la orientación. El PAO (Punto de Atención y Orientación) en Necoclí, Turbo y Acandí, brinda monitoreo a los migrantes, que provienen de más de 170 nacionalidades. Se reconoce la migración a través del Darién como un fenómeno mundial, y dentro del monitoreo de frontera se evidencia que muchas de las razones de migración desde Colombia están vinculadas al conflicto armado y la falta de oportunidades.

Según los reportes del PAO y las experiencias de atención, de las personas que vienen de Venezuela el refugio está marcado por la separación de los núcleos familiares y la falta de un hogar al cual retornar. Muchos migrantes venezolanos enfrentan amenazas del gobierno, extorsión por grupos armados, y falta de acceso a servicios básicos como agua y electricidad. Los menores no acompañados y las uniones tempranas son fenómenos monitoreados en el contexto migratorio.

La migración desde China también es significativa, y ha sido impulsada por la persecución política. Periodistas y líderes han optado por migrar para escapar de la represión gubernamental. Es fundamental que el Estado aborde la movilidad humana desde una perspectiva de derechos humanos, reconociendo las necesidades de las personas en tránsito y proporcionando soluciones duraderas.

Los retos que enfrentan los refugiados abarcan temas de salud, seguridad hasta la reunificación familiar y el acceso a servicios básicos. La respuesta de la Iglesia, mediante el monitoreo y la atención integral, es fundamental, pero también es evidente la necesidad de una colaboración más estrecha con los Estados para abordar las causas estructurales del refugio y proteger a los más vulnerables.

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