El campesino: entre la pobreza y la
reivindicación de su identidad
Colombia es un país que sigue siendo más rural de lo que pensamos. Se puede incluso afirmar que por lo menos un 32% de los colombianos habita en el campo, con una población diversa. En donde, el campesino tiene una identidad propia muy de la mano con su trabajo. Sin embargo, es una población que por décadas ha sido abandonada por el Estado, sumida en la pobreza, el aislamiento y la precariedad: «No es justo que pocos despojen a los campesinos» (Papa Francisco).
Este mes, dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, es la ocasión para exaltar del campesino, la entrega de cada día por su familia, sus hábitos y costumbres, su honradez y su inteligencia, su espiritualidad cristiana, sus fiestas y diversiones y sobre todo la fuerza de su trabajo, con el fin de garantizar la seguridad alimentaria en los campos y ciudades. La alegría del campesino es poder trabajar en el campo, sin que se le saque de su hábitat, pues es allí donde su identidad se fusiona con el territorio y con lo que eso implica.
El campesino en Colombia a lo largo de la historia ha tenido que enfrentar serios problemas, que van desde la miseria, el desplazamiento hasta el ofrecimiento de su vidas en el territorio en medio del conflicto. En donde los grupos armados lo oprimen y lo asesinan, pues dependiendo del interés que tengan estos grupos, el campesino debe servirles. De hecho, el mismo Estado ha querido realizar varias reformas agrarias, buscando garantizar la equidad; sin embargo, esto solo ha fortalecido a los grandes terratenientes del país, llevando a que el campesino no tenga espacio donde trabajar y por el contrario, sea explotado y oprimido: “La vida económica no tiende solamente a multiplicar los bienes producidos y aumentar e lucro o el poder; debe estar ordenada ante todo al servicio de las personas, del hombre entero y de toda la comunidad humana” (Catecismo de la Iglesia Católica No. 2426).
El panorama desgraciadamente para el campesino, no es muy alentador, pues debe seguir enfrentándose al abandono por parte del Estado, aunque sus luchas por exigir sus derechos, en algo han encontrado respuesta. Sin embargo, el desplazamiento, la pobreza y las políticas nacionales e internacionales no siempre están a su favor. Mientras que en países como Francia, Alemania, EEUU, el Estado subsidia al campesino, siente su respaldo y no quiere ir a la ciudad, en Colombia, no le queda otra posibilidad, sino la de ir a engrosar los cordones de miseria en las ciudades, en un lugar que es hostil para él: “Multitudes de estos pobres viven en los suburbios contaminados de las ciudades, en alojamientos fortuitos o en conglomerados de casas degradadas y peligrosas” Compendio de la DSI No. 482).
Es un compromiso de todos, principalmente del Estado, fundar políticas que protejan al campesino y a su territorio, para que siga en el campo, pero en condiciones que le permitan tener una vida digna, que se sienta orgulloso de su identidad, de su tierra y de sus costumbres. En la paz, el campesino también es protagonista. Por lo tanto, es un acto no sólo de caridad sino también de justicia social, acompañarlo en la generación de recursos, para que surjan procesos integrales que motiven una cultura de acogida verdadera por parte de nuestros gobiernos, y así el campesino se sienta respaldado en su trabajo cotidiano por una verdadera civilización del amor en la solidaridad por el bien común.
LUIS ANDRES BUSTACARA BUSTACARA PBRO.
Subdirector