“Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí” (Jn 10, 14)
Por: Padre Andrés Bustacara Bustacara
Subdirector SNPS
Jesús es el Buen Pastor, en su época y en su contexto no era difícil encontrar esa imagen del pastor, una relación cercana que se establecía entre el pastor y sus ovejas. El pastor era quien cuidaba de las ovejas, capaz incluso de dar la vida y hacer grandes sacrificios por ellas: “El buen pastor da su vida por las ovejas” (Jn 10, 11). Tal vez, para nosotros se constituye en una imagen poco común, más bien desvirtuada, frente al cuidado y la cercanía que debe existir entre el pastor y las ovejas, pues muchas veces no se reconoce la voz del pastor o sencillamente las ovejas van por su lado desconociendo a quien las guía.
El buen pastor es Jesús, que ha sido capaz de ofrecer su vida por nosotros. Un pastor que hablaba la lengua de su pueblo, que se hacía entender, siempre hablaba con la verdad, no negociaba con las cosas de Dios, por el contrario estaba al servicio de su pueblo mostrándole siempre el camino hacia el Padre con toda gratuidad, decía las cosas de tal modo que el pueblo terminaba amando las cosas de Dios. Es por eso, que El papa Francisco, nos recuerda que: “Los sacerdotes tienen que ser pastores con olor a oveja, que vayan a las periferias, a donde verdaderamente los necesitan” (Papa Francisco, Homilía de 28 de marzo de 2013, en el Vaticano).
Las ovejas también deben velar por sus pastores, esto garantiza que la misión encomendada por Jesús es posible, un pueblo que trabaja de la mano de sus pastores, que ora por ellos y los cuida. La Iglesia Católica a lo largo de la historia ha contado con muy buenos y santos pastores, pero hoy se necesita que el Espíritu Santo, aumente y de luces de sabiduría y santidad a nuestros pastores, para que sean valientes y fieles testigos de la misión encomendada por Jesús: “En nombre de Cristo y de la Iglesia: por favor, no se cansen de ser misericordiosos. Ustedes están para perdonar y no para condenar” (Papa Francisco).