Más que cifras, las mujeres son la iglesia en salida

Más que cifras, las mujeres son la iglesia en salida 

Por: Manuela Betancur Pérez

 “El genio femenino es necesario en todas las expresiones de la vida social; por ello, se ha de garantizar la presencia de las mujeres también en el ámbito laboral y en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes, tanto en la Iglesia como en las estructuras sociales”. Evangelii Gaudium 


Pueden estar en la sabana cundiboyacense con sus ovejas y vacas mientras la neblina las abraza. Pueden sembrar café en las montañas respingadas del Tolima o del Quindio esperando a que salgan los frutos rojos de esas plantas de hojas esmaltadas. Pueden soltar una atarraya en el Atrato chocoano o ponerse a barequear a orillas del Río Nechí en el Bajo Cauca antioqueño. Pueden seleccionar las plantas correctas para curar heridas del cuerpo y el alma en el Putumayo. Pueden ver salir el sol como una esfera naranjada mientras comienza la siembra de plátano y maracuyá en los Llanos Orientales, e incluso pueden salir de un país con su vida en la espalda, los sueños cruzados y comenzar de nuevo en un lugar a miles de kilómetros de todo lo que podría llamar suyo.  

Pueden hacerlo porque han arado una cosecha que, pese a los sacrificios, ha dado fruto y hoy pueden ser y hacer tanto como la dignidad humana les augura. Pueden ser las mujeres que un día soñaron. 

 Pareciera que el relato anterior no tiene mucho de valentía como podría esperarse de las historias heroicas de muchos hombres, sin embargo, cada una de las conquistas que se han dado, sobre todo, desde el siglo XX son motivo de alegría para una población que representa más de la mitad de la población mundial, y que siempre estuvo relegada a el statu quo de las historias de héroes.  

En Colombia, demográficamente hablando, se comparte la misma relación que a nivel mundial, según el DANE en Colombia hay 22,6 millones de mujeres (51,2% de la población total) y 21,6 millones de hombres (48,8% de la población total), pese a esto, la situación de desventaja frente a la garantía de los derechos de los hombres no es proporcional a esta relación, ya que históricamente las mujeres han tenido barreras ideológicas, institucionales y culturales que no les han permitido caminar de una manera similar a la de los hombres.  

De esta manera, 3 de cada 10 mujeres colombianas de 15 años y más no cuentan con ingresos propios, a diferencia de 1 de cada 10 hombres. Adicionalmente, cuando logran hacer parte del mundo laboral, reciben por su trabajo ingresos 12,1% menores que los hombres. Sin embargo, aunque este panorama ya lanza complejidades estructurales, la situación es de mayor desventaja para las mujeres rurales con respecto a las mujeres que habitan las ciudades. Ejemplo de esto es que en las ciudades la relación porcentual entre las mujeres económicamente activas y las que pueden trabajar es de 56,7%, mientras que la de las mujeres rurales es de 39,1%, es decir, de 100 mujeres rurales que pueden trabajar solo 39 mujeres son económicamente activas, mientras que los hombres, tanto en contextos rurales como urbanos tienen una relación aproximada del 74%. En promedio, semanalmente los hombres ocupados trabajan de forma remunerada 45,3 horas, 8,4 más que las mujeres (36,9 horas). Ni hablar de las mujeres con discapacidades. En todas las edades, la oferta, o disponibilidad de tiempo de las mujeres es menor. 

En este sentido, según el Dane y ONU Mujeres, son las mujeres quienes participan principalmente en actividades de servicios comunales, sociales y personales, como sucede con los sectores de la educación y la salud: un 31,7% de las mujeres se desempeñan en esta rama, en comparación con un 11,7% de los hombres. Algo que habla de los roles y profesiones que se han concebido históricamente como más apropiadas para las mujeres. 

Ahora bien, el rol de las mujeres en la construcción social y comunitaria ha sido indispensable para tejer un país cortado por una guerra de más de medio siglo que sigue sin detenerse. En este escenario el papel de las mujeres cobra un valor incalculable en materia de las bondades que puede traer la palabra y la acción de las mujeres en las comunidades.  

Ejemplo de ello se da en el municipio de Planadas, Corregimiento de Gaitania en el departamento del Tolima, donde las mujeres campesinas y lideresas expresan que “el rol que tiene la mujer en la construcción de la paz en nuestra comunidad es la formación en los derechos que no se tenían anteriormente, en el legado de seguir construyendo la paz en las comunidades, en el liderazgo que han adquirido las mujeres como presidentas de una comunidad para el mejor vivir. Es crear y creer que la paz se puede lograr”. 

Pese a esta gran labor, según el Informe Situación de las mujeres lideresas y defensoras de derechos humanos en Colombia durante 2021, se presentaron vulneraciones sobre las mujeres que ejercen liderazgos sociales y se dedican a la defensa de los derechos humanos en al menos 27 departamentos de los 32 del país. 

En este informe, según información de la Defensoría del Pueblo, se encontró que durante el año 2021 se registraron 224 conductas vulneratorias en contra de lideresas y defensoras: 173 casos de amenazas, 26 asesinatos, 6 casos de extorsión, 5 de desplazamiento forzado, 5 atentados, 3 casos de estigmatización, 2 de secuestro, 3 atentados, 1 de robo de información y 3 sin categorizar. Lo que significa que, al menos una mujer defensora fue víctima de conductas vulneratorias cada 39 horas durante el 2021. 

A pesar del escenario desafortunado, las mujeres siguen apostándole a la construcción de paz, mujeres como las que siembran maíz, barequean, pescan o recogen café con Mary Luz Ramírez de Gaitania, Tolima siguen reconociendo que “el aporte que yo he hecho como mujer en la comunidad es mí liderazgo, mí empatía y también es saber entender a las otras personas sin quitarle la dignidad y construyendo la paz cada día desde mi hogar”. Como lo enuncia la joven integrante del Consejo Municipal de Juventud y de la Mesa de Reconciliación y Paz de Gaitania, el trabajo de las mujeres ha permeado las diferentes esferas sociales, incluyendo la familiar en donde la responsabilidad de labores domésticas y del cuidado no remuneradas son vinculadas principalmente a las mujeres. En Colombia, según el DANE, el valor económico del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado (TDCNR) asciende a 186 mil millones de pesos y de este valor el 77% es aportado por el trabajo de las mujeres. 

A esto se le suma la escaza participación de las mujeres en roles de dirección y de toma de decisión, por ejemplo, en las elecciones del 2019 solo 132 mujeres fueron electas alcaldesas lo que representa el 12,0% de las 1.099 alcaldías del país. Esto habla de la necesidad de seguir fortaleciendo la incidencia y capacidades políticas de las mujeres en el territorio, tanto de las de nacionalidad colombiana como las de otras nacionalidades, ya que más de 1,5 millones de mujeres son migrantes internas de largo plazo (5 años o más)  y las garantías para una vida digna y libre de violencias se pone en un escenario más complejo al ser mujeres y adicionalmente migrantes.  

Y aunque las cifras hablan de unas realidades y permiten tener un acercamiento al panorama de la situación de las mujeres, las historias de cada mujer son mucho más que eso, son los pasos que han dado, los caminos que han transitado, las cadenas que han roto, los hogares amorosos que han cultivado, los cargos de participación que han ocupado, los desaparecidos que han buscado, la justicia que han encontrado con los procesos colectivos, los tejidos que siguen sosteniendo a otras que caminan con ellas y también a las que cambian detrás, porque como lo enuncia el Papa Francisco “Las mujeres son protagonistas de una Iglesia en salida, a través de la escucha y el cuidado de las necesidades de los demás, y con una marcada capacidad de sostener dinámicas de justicia en un clima de ‘calor doméstico’, en los diferentes ambientes sociales en los que se encuentran trabajando”.  

Gracias por su tiempo